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10 Y es que si la tristeza está en conformidad con la voluntad de Dios, produce un saludable cambio de actitud del que no hay que lamentarse; en cambio, la tristeza producida por el mundo ocasiona la muerte. 11 Fijaos, en efecto, en los frutos que esa tristeza conforme a la voluntad de Dios ha producido en vosotros: ¡Qué forma de preocuparos, de presentar excusas, de sentiros indignados por lo sucedido, y al mismo tiempo, asustados! ¡Qué añoranza por verme, qué interés por resolver el asunto, qué impaciencia por hacer justicia! Habéis demostrado, hasta donde es posible, que no sois culpables de lo sucedido. 12 Si, pues, os escribí aquella carta, no fue tanto por el que causó la ofensa o por el que la recibió, cuanto por brindaros la oportunidad de descubrir, por vosotros mismos y en presencia de Dios, hasta dónde llegaba vuestro interés por mí.

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